Las mujeres de la Liga Mexicana de Beisbol de Nueva York
Las mujeres son una parte fundamental de la LMB de NY. Cada domingo durante el verano neoyorquino, muchas mujeres llegan al parque de Red Hook, en Brooklyn. Están por todos lados; son las reinas, princesas y madrinas de los equipos, son férreas aficionadas, porristas, o también activas vendedoras de tacos, elotes, pepitas, tortas, tamales, churros, aguas frescas, algodones, y chicharrones el parque. Son las esposas, las madres, las tías, las abuelas, las primas, las hijas, las novias de los jugadores.
Las mujeres son una parte fundamental de la LMB de NY. Cada domingo durante el verano neoyorquino, muchas mujeres llegan al parque de Red Hook, en Brooklyn. Están por todos lados; son las reinas, princesas y madrinas de los equipos, son férreas aficionadas, porristas, o también activas vendedoras de tacos, elotes, pepitas, tortas, tamales, churros, aguas frescas, algodones, y chicharrones el parque. Son las esposas, las madres, las tías, las abuelas, las primas, las hijas, las novias de los jugadores.
Algunas llegan desde temprano con los equipos que disputan los primeros partidos, y junto con ellos, distintos grupos de mujeres organizar los pic nics familiares. Su ubicación en las cinco canchas que integran el parque de beisbol es igual de estratégica que la lógica misma del juego. Ellas están siempre cerca, y al final del juego, se pierda o se gane, organizan el convivio del equipo con los jugadores, sus familias y los aficionados.
Recorrer el parque de Red Hook los domingos y convivir con ellas en los partidos y en los convivios familiares que organizan, es recorrer la vasta geografía de México, pero sobre todo internarse en el estado de Puebla, pues como señalara Rodolfo Hernández en este mismo espacio (25 años de Beisbol Mexicano en NY), la mayoría de los equipos de la liga están integrados por migrantes mexicanos de este estado. La LMB celebró en 2010 su primer cuarto de siglo, y en esa historia las mujeres de la liga, las mujeres mexicanas cuentan y tienen mucho que contar.
La primera vez que conocí a Reina, Belén, Eva, María, y Rosa, del grupo de mujeres que integran la porra del equipo de los Diablos de Progreso, fue en 2010 cuando recién su equipo disputaba el campeonato de la División AA con Los Rojos en la postemporada. Las mujeres de Progreso, orgullosamente poblanas, son reconocidas y temidas en la liga. Enfrentarse a Progreso es también enfrentar a su porra. Desde los costados o detrás del diamante, estas mujeres domingo a domingo increpan lo mismo a un umpire que al bateador en turno, al pitcher del equipo contrario, y ni que decir de su capacidad de abatir a las porras contrincantes: “Te voy a dar Peptobismol pitcher, porque ya te cagaste”; “Ese pitcher de Rojos es una mujer” …
El equipo resultó campeón. En esa ocasión le pregunté a Reina, una de las mujeres más respetadas y queridas de la liga, qué sentía de haber resultado campeona con su equipo: “Pues yo pensé, Ay Dios mio, ¿qué no ganarán? Pero que Dios les eche fuerza. Yo le dije a mis nietos, ¡Póngale fe hijos, a Dios por delante, y ustedes por detrás! … y entonces, bendito sea Dios que ganaron”. Reina tiene dos hijos, Andrés y Cristóbal, y tres nietos, Armando, Jefrey, y Randy, jugando en el equipo de Progreso, y todas sus hijas son parte de la porra; con mucho orgullo dice, “!Uh! Todas mis hijas apoyan a sus hermanos”.
En el verano del 2011, los Diablos de Progreso, “los Chamucos”, como cariñosamente los llama, Ramírez, el fotógrafo oficial de la liga, avanzan invictos a la postemporada. Es un domingo lluvioso y previo al 4 de Julio. Es casí la 1 de la tarde y el juego aún no ha comenzado. Uno de los jóvenes comienza a jugar con una cuerda, al estilo de lazar ganado. Belén, quien todos los domingos coordina la preparación de la comida en los territorios de Progreso, le grita, “así como en mi pueblo”, “como en el rancho”. Comenta que a veces todavía le parece increíble recordar cómo es que la gente vive “allá” en México, en sus pueblos, con tanta pobreza, con y todo lo que no se tiene. Pero “cuando uno está allá”, dice Belén, “uno ni se da cuenta, pues eres niño, y los niños ‘se acostumbran’.” Belén llegó a esta ciudad hace más de más de 15 años.
El beisbol es un ritual de convivencia en el que la migración, la afición y el deporte transforman si no los usos, sí las costumbres del parque deportivo de Red Hook, ubicado en el corazón de uno de los mayores proyectos de renovación urbana de la ciudad de Nueva York. Cada domingo más de 30 equipos integrados en su mayoría por mexicanos de los diferentes condados de la ciudad, juegan en las canchas de beisbol de este parque en el condado de Brooklyn. Red Hook se convierte en el parque de los mexicanos y las mexicanas, el parque de la Liga Mexicana de Beisbol de Nueva York.